6 sept 2012

Elogio de Onán

A mediados de los ochenta, mi hermano mayor se trajo de la mili un cómic de Robert Crumb que sacó de la biblioteca del regimiento (y que nunca regresó a allí). Exactamente este ejemplar que escaneo a continuación:

¿Es que en el ejército español no hay index expurgatorius?
Bromuro y cómics undergrounds, ¿ésa es su estrategia para
entretener a la tropa?

Fue mi primer contacto con la obra de Crumb. Yo debía de tener quince o dieciséis años. Lo primero que me atrajo de aquellas historias fue, obviamente, su tratamiento absolutamente indecoroso y brutal del sexo. Las chicas Crumb, sus formidables culos que desafian la ley de la gravedad, sus muslos y pantorrillas firmes como columnas griegas, pasaron inmediatamente a alimentar mi imaginación adolescente.


Aline, la mujer de Crumb, convertida en "chica Crumb" (y viceversa)


Pero lo que resultaba absolutamente sorprendente era su virtuosismo, la capacidad para plasmar cualquier cosa en la página. El dominio del dibujo de Crumb era total. Recuerdo que fotocopié este dibujo y lo pegué en la carpeta que llevaba al colegio:




"Stoned agin" aparecía chapuceramente traducido como "Pasado otra vez", lo que añadía aún más surrealismo al dibujo. Uno podía entender "pasado" no como participio, sino como sustantivo, con lo que la extraña frase remitía a una especie de viaje en el tiempo, de eterno retorno. Estar "pasado" es una expresión que tal vez se usaba en el argot de las drogas en aquella época, pero yo al menos no estaba familiarizado con ella y la sola presencia de la pipa humeante en el dibujo no era pista suficiente.




Desde entonces soy un devoto admirador de Crumb, al que considero uno de los más grandes artistas vivos. Sobre todo por sus historietas "autobiográficas" en las que vuelca sin ningún pudor ni filtro sus obsesiones sexuales, musicales, políticas, raciales, religiosas y morales en un ejercicio de exhibicionismo que no parece conocer límites y que dota de una nueva dimensión a lo que se suele denominar "incorrección política".




Digo "sobre todo" porque ese grado de descarnado exhibicionismo no es habitual en la historia del arte, ni siquiera en el contemporáneo. Estoy pensando, por ejemplo, en la naturalidad (y frecuencia) con la que Crumb dibuja hombres masturbándose (muy a menudo él mismo), una actividad por otro lado tan frecuente (y natural).




Como decía, no recuerdo ejemplos en la Historia del Arte (con mayúscula de Museo) de representaciones de hombres o mujeres aplicados a la tarea de procurarse placer en solitario. Y en el caso del arte erótico y de la pornografía me temo que la imagen de un hombre masturbándose tampoco es muy habitual. Internet está llena de mujeres haciendo solos, pero dudo que haya muchos solos masculinos (con la de solistas que hay al otro lado de las pantallas de ordenador). En el cine, la imagen tampoco es muy frecuente. El "high point of my day" del personaje de Kevin Spacey en la ducha de "American Beauty" es uno de los pocos ejemplos de una película "mainstream" que me viene ahora a la memoria.





En los últimos tiempos se han derribado muchos tabúes, algunos tan ridículos como el de mostrar a un personaje orinando sin que ello constituya un gag o afecte a su caracterización. Dicen que la primera vez que se vio una taza de váter en el cine fue en "Psicosis", y que Hitchcock y su guionista Stefano añadieron expresamente ese momento (Marion tirando la nota al váter) para acabar de una vez por todas con la invisibilidad de esa pieza de mobiliario (ver segundo 00:35 del vídeo).




Por cierto, en el remake por otro lado prácticamente calcado plano a plano que hiciera de esta obra maestra Gus Van Sant, se evidencia lo que en el original tan sólo se sugiere: la masturbación de Norman Bates cuando espía a Marion a través del agujero en la pared.

Viene muy a cuento señalar a este propósito la confusa etimología de "obsceno", que para unos vendría de "ob caenum" ("hacia la suciedad") mientras otros apuntan que su origen está en "ob scenus" ("fuera de escena"), lo que no se mostraba en el teatro griego.

En cualquier caso, la obscenidad de uno u otro tipo aplicada a la masturbación provoca "escándalos" como el de la concejala del pueblo toledano de Yébenes, Olvido Hormigos. La filtración de un vídeo en el que la mujer aparece masturbándose ha estado a punto de costarle el puesto en el ayuntamiento. ¿Habría pasado lo mismo si en el vídeo la concejala estuviera orinando, defecando, realizando algún acto tan generalizado, frecuente e íntimo, pero sin connotaciones sexuales? Lo dudo.




¿Y si en lugar de una mujer se hubiera tratado de un hombre? Según declara la propia Hormigos, ella hizo el vídeo para su marido. Un inocente juego erótico perteneciente al ámbito de la pareja, de donde nunca debió salir. Ya digo que, por el motivo que sea (sería interesante investigarlo), la masturbación masculina no es un género videográfico muy cultivado.  Por tanto, la idea de un hombre grabándose mientras se masturba sería (o eso me parece a mí) menos habitual (e igualmente inocente) pero más chocante. Da lo mismo, imaginemos que alguien hubiera grabado clandestinamente a un político mientras éste se masturbaba y luego hubiera difundido las imágenes. ¿Habría desatado las mismas reacciones (a favor y en contra)? ¿Incapacitaría políticamente a un hombre la constatación de que se hace pajas? Porque en el caso de Olvido ha estado a punto de provocar su dimisión.


Crumb y el sexo débil


Luego está la dimensión social del "escándalo", su repercusión en las redes, en los medios. Por un lado, el apoyo abrumador de los usuarios de Twitter ha evitado que Olvido dimita. Pero por otro, ha propagado, también abrumadoramente, el vídeo en cuestión. Y todos los que lo hemos visto (me incluyo) somos parte del problema. Si la difusión del vídeo es una violación de la intimidad de una persona, todos deberíamos habernos negado a verlo. El espectador siempre puede abandonar la butaca, apartar la mirada o cerrar los ojos cuando aparece "en escena" lo que él considera que debería haberse quedado fuera. Aunque también puede argumentarse que, precisamente porque el vídeo no muestra nada vergonzante, nada vergonzante hay en verlo. Salvo que Olvido no lo hizo para que lo viéramos nosotros.

Hay un último y quizá polémico aspecto en torno a esta historia que, sorprendentemente, no he oído comentar a casi nadie. Quizá no se mencione por temor a ser tachado de machista al hacerlo, por considerar que es algo irrelevante, que no viene al caso. Pero yo creo que sí es significativo. Y es el hecho de que Olvido sea una mujer francamente guapa. Obviamente esto no modifica en lo más mínimo el juicio moral (y judicial) que merezca la filtración del vídeo. Sí estoy seguro, en cambio, de que ha modificado las reacciones públicas que ha generado. Por ejemplo, ¿habría tenido tantísimo éxito el hashtag  #yotambiénmemasturbo si Olvido no fuera tan atractiva? ¿No habría estado en ese caso teñida de compasión y condescendencia la solidaria confesión del vicio solitario? ¿No es cierto que, de alguna manera, reconociendo masturbarse "como Olvido" uno equipara su no necesariamente sensual imagen masturbándose con la evidentemente sensual imagen de ella haciéndolo?


No todo iban a ser apoyos, claro


"Todos somos Olvido" esconde, detrás del encomiable gesto de apoyo, un "a todos nos gustaría ser como Olvido". Más aún en el caso de los hombres, porque como Crumb nos recuerda en sus viñetas, la imagen de uno masturbándose siempre tiene algo de patético, de adolescente confuso, de personaje dominado por sus más básicos instintos. Las mujeres, sin embargo, como ejemplarmente pone de manifiesto Olvido, no pierden un ápice de dignidad cuando lo hacen.

Urge una normalización artística, literaria, cinematográfica, del onanismo. Los protagonistas de nuestras películas, series y novelas favoritas deberían masturbarse de vez en cuando como quien no quiere la cosa, del mismo modo que se cepillan los dientes, se afeitan o se pintan las uñas. Mientras eso no ocurra, seguiremos riéndonos rijosamente como adolescentes granujientos cada vez que alguien pronuncie la palabra "paja".

Termino como empecé, con Crumb.

Para los que piensen que Crumb es excesivamente gráfico, nótese la delicadeza
y la elegancia con las que representa este momento bíblico

Uno de sus últimos trabajos ha sido ilustrar el libro del Génesis. Una obra de una increíble belleza cuya ejecución Crumb acariciaba desde hace décadas. Y allí encontramos la historia de Onán, el hijo de Judá, que cuando mantenía relaciones con Tamar, la viuda de su hermano, "vertía en tierra", es decir, practicaba el coitus interruptus, o más popularmente, "marcha atrás". Su pecado era, por tanto, el de "derramar su semilla", sí, pero no mediante la masturbación propiamente dicha. No obstante, su nombre quedará eternamente ligado a la imagen del pajillero... 

Otra injusticia más.

(Postdata: para los interesados en la genial personalidad de Robert Crumb, recomiendo vivamente el documental que sobre su vida, obra y familia realizó su amigo Terry Zwigoff)



2 comentarios:

  1. ¡Hola!
    Alguien desde Los Yébenes que ha visto un twit promocionando el blog...
    Qué decirte... ¡chapó! Si lo has escrito tú está de lujo y te animo a que continúes porque sinceramente vales para ello! :)
    Y si me permites... no todos los de mi pueblo somos unos catetos y burros... Hay gente que no le importa lo que esa mujer haga con su vida privada y como ya dicen: no tiene por qué dimitir cuando otros políticos roban y hacen lo que les sale de ahí mismo.
    Bueno y ya no me enrollo más! Que chapó por tus apreciaciones desde tu punto de vista.
    Un saludo.

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  2. Nada que objetar al post, que teniendo en cuenta la reacción tan pacata que suscitan este tipo de cosas me parece muy oportuno, pero esa etimología de la palabra "obsceno" no suena muy ortodoxa. De entrada, la primera es latina y la segunda griega (en cuyo caso sería "ob skena", supongo). Según Corominas, la etimología latina es dudosa, y por lo que he podido googlear, de las diversas hipótesis que existen sobre el origen de la palabra y su historia, ninguna es del todo satisfactoria.
    Perdona la pedantería, pero ya sabes que a la Rottenmeyer que llevo dentro le incomodan mucho las ligerezas etimológicas ;P

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